Entre la muerte del rey que rabió y la llegada al trono de la reina Mari-Castaña, se sabe que reinó un rey, Buby I, que fue gran amigo de los niños pobres y protector decidido de los ratones.
Fundó una fábrica de muñecos y caballos de cartón para los primeros. Y, como protección para los segundos, prohibió el uso de ratoneras.
El rey Buby comenzó a reinar a los seis años bajo la tutela de su madre, una señora muy prudente.
Era el rey Buby un niño encantador y, cuando en los días de gala le ponían su corona de oro y su real manto bordado, parecía un muñequito de porcelana sentadito en el trono.
Sucedió un día, que comiendo el rey unas sopas, se le empezó a mover un diente. Se alarmó la corte entera, y llegaron todos los médicos de cámara. El caso era grave, pues había llegado para Su Majestad la hora de mudar los dientes.
Se reunió en consulta toda la Facultad, y se decidió al final sacar a Su Majestad el diente. Los médicos quisieron anestesiarle, pero el rey Buby era animoso y valiente y se empeñó en afrontar el peligro cara a cara.
Quiso, sin embargo, rezar antes, porque lo mismo puede escaparse el alma por la herida de una lanza que por la mella de un diente.
Le ataron al suyo una hebra de seda encarnada, y el médico más anciano comenzó a tirar. Hizo el rey un pucherito y saltó el diente tan blanco, tan limpio y tan precioso como una perlita.
Lo recogió en una bandeja de oro el gentilhombre de guardia y fue a presentarlo a Su Majestad la reina.
Esta señora, muy amiga de la tradición, resolvió que el rey Buby escribiese a Ratón Pérez una carta y pusiese el diente debajo de la almohada, como han hecho todos los niños desde que el mundo es mundo.
Apuradillo se vio el rey Buby para escribir la carta. Lo consiguió por fin; sólo se manchó de tinta los cinco dedos de cada mano, la punta de la nariz, la oreja izquierda y los encajes de la camisa.
Se acostó aquella noche más temprano que de costumbre. Puso con mucho cuidado debajo de la almohada la carta
con el diente y se sentó encima dispuesto a esperar despierto a Ratón Pérez.
Ratón Pérez tardaba, y el rey Buby abría mucho los ojos luchando contra el sueño que se los cerraba. Se los cerró por fin, el cuerpecillo resbaló buscando el calor de las mantas y la cabecita quedó apoyada en la almohada.
De pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente. Se incorporó de un brinco y vio sobre el embozo, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, terciada a la espalda.
Le miró el rey Buby muy admirado, y Ratón Pérez se quitó el sombrero, inclinó la cabeza y, en esta actitud respetuosa esperó a que Su Majestad hablase.
Su Majestad, después de pensarlo mucho, sólo acertó a decir torpemente:
- Buenas noches...
A lo cual respondió Ratón Pérez:
- Dios se las dé a Vuestra Majestad muy buenas.
Y con estas palabras quedaron Buby y Ratón Pérez los mejores amigos del mundo.
Éste un ratón muy educado. Había viajado por todas lascañerías y sótanos de la corte y anidado en todos los archivos y bibliotecas.
Sólo en la Real Academia Española se comió en menos de una semana tres manuscritos.
Era ya tarde y, como el rey Buby no pensaba en despedirle, Ratón Pérez insinuó que le era forzoso acudir aquella noche a la calle Jacometrezo 64 para recoger el diente de otro niño que se llamaba Gilito.
Era el camino peligroso, porque había en la vecindad un gato muy mal intencionado al que llamaban Don Gaiferos.
Se le antojó al rey Buby acompañarle en aquella expedición, y así se lo pidió a Ratón Pérez.
Éste se quedó pensativo..., después dijo al rey Buby, que sólo como regalo, y por una vez, le dejaría acompañarle.
Loco de alegría, se tiró el rey Buby de la cama, y empezó a ponerse su blusita. Más Ratón Pérez saltó hasta su hombro y le metió por la nariz la punta de su rabo.
Estornudó estrepitosamente el joven rey y, por un prodigio maravilloso, quedó convertido en el ratón más guapo y gracioso que imaginarse pueda.
Le agarró de la pataRatón Pérez y se metió con él, disparado como una bala, por un agujero que había debajo de la cama.
El camino era oscuro y húmedo.
A veces, se detenía Ratón Pérez y exploraba el terreno antes de seguir adelante; lo que
puso al rey Buby un poco nervioso, porque llegó a sentir desde el hociquillo hasta la punta del rabo ligeros escalofríos que le parecieron señales de miedo. Se acordó,
sin embargo, de que el miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente. y se venció y fue valiente.
Al poco entraron en una suave explanada, donde se respiraba una atmósfera tibia, perfumada de queso.
Pasaron junto a una enorme pila de éstos y se
encontraron frente a una gran caja de galletas de nata.
Allí era donde vivía la familia de Ratón Pérez.
Ratón Pérez presentó al rey Buby a su familia explicando que era un turista extranjero.
Con gusto se hubiera quedadomás tiempo el rey Buby enaquella casa, pero Ratón Pérez le dijo que ya era hora de partir.
Comenzaron de nuevo su veloz carrera. Marchaba delante un pelotón de fornidos ratones, cuyas bayonetas relumbraban en la oscuridad. Detrás venía otro pelotón armado también hasta los dientes.
Había llegado el momento de peligro: y Ratón Pérez, despacito, se asomó por aquel temeroso agujero. Observó un segundo, retrocedió dos pasos, volvió a avanzar lentamente, y de improviso, agarrando al rey Buby por la pata, se lanzó por el boquete, atravesó deprisa la cocina y desapareció por otro agujero que había detrás de un fogón.
En una instante, el rey Buby había visto pasar ante sus ojos el pavoroso cuadro de aquella cocina: al calorcillo de la lumbre, dormía el
temido Don Gaiferos, cuyos erizados bigotes subían y bajaban al compás de su
respiración... La guardia ratonil, inmóvil, silenciosa, dispuesta a entrar en combate, protegía el paso del rey Buby... Era imponente y aterrador...
Cesó el peligro, ya sólo faltaba subir a la buhardilla, que era donde vivía Gilito. Aquella miserable habitación estaba abierta a todos los vientos. Se encaramó el rey Buby en una silla, y desde allí pudo abarcar un cuadro de miseria, que nunca hubiera podido imaginar.
Era aquello un cuchitril infecto. Entraba por las
innumerables rendijas el viento helado del amanecer y grandes cuajarones de hielo.
Al ver a Gilito, se angustió y empezó a llorar.
¡El nunca había visto eso! ¿Cómo era posible que no hubiese sabido hasta entonces que había niños pobres?
Ratón Pérez se secó disimuladamente una lágrima con la pata, y procuró calmar el dolor del rey Buby, enseñándole la moneda de oro que iba a poner bajo la almohada de Gilito a cambio de su primer diente.
Despertó en esto la madre de Gilito y levanto al niño. Amanecía ya y había que ir al colegio.
El niño se puso de rodillas y ante una estampa del Niño Jesús rezó:
- Padre nuestro, que estás en el cielo...
Hizo el rey Buby un gesto de inmensa sorpresa al oírle y se quedó mirando a Ratón Pérez con la boca abierta. Comprendió éste su asombro y fijó en el joven rey sus penetrantes ojos; mas no dijo una sola palabra.
Emprendieron el viaje de vuelta silenciosos; media hora después, entraba el rey Buby en su alcoba con Ratón Pérez.
Volvió éste a meter en la nariz del rey la punta de su rabo; estornudó de nuevo Buby estrepitosamente, y se encontró acostado en su cama, en los brazos de la reina, que le despertaba con un cariñoso beso.
Creyó al principio que todo había sido un sueño; pero levantó la almohada, buscando la carta para Ratón Pérez que había puesto allí la noche antes, y la carta había desaparecido.
En su lugar había un precioso
estuche con el Toisón de Oro.
Lo dejó caer casi sin mirarlo y se
quedó pensativo largo tiempo.
De pronto, dijo con esa expresión seria que toman a veces los niños cuando reflexionan:
- Mamá... ¿Por qué los niños pobres rezan lo mismo que yo "Padre nuestro que estás en el cielo..."?
La reina respondió:
- Porque Dios es su Padre lo mismo que lo es tuyo.
- Entonces, -replicó Buby- seremos hermanos...
- Sí, hijo mío; son tus hermanos.
- ¿Y por qué soy yo el rey y tengo de todo y ellos son pobres y no tienen de nada?
Le apretó la reina contra su corazón y le besó en la frente:
- Porque tú eres el hermano mayor, que eso es ser rey... ¿Lo entiendes, Buby...?. Y Dios te ha dado de todo para que cuides de que tus hermanos menores no carezcan de nada.
- Yo no sabía eso- dijo Buby.
Y se puso a rezar, como todos los días, sus oraciones de la mañana. Mientras rezaba, le parecía que todos los Gilitos pobres y desvalidos del reino se agrupaban a su alrededor, y que él decía, rezando como hermano mayor, con todos:
- Padre nuestro, que estás en el cielo...
Y cuando el rey Buby fue ya un hombre y un gran gobernante y tuvo que pedir a Dios auxilio en los trabajos y darle gracias en las alegrías, siguió rezando con todos sus súbditos:
- Padre nuestro, que estás en el cielo...
Cuando murió el rey Buby, ya muy ancianito, y llegó su alma a las puertas del cielo, se arrodilló allí y dijo como siempre:
- Padre nuestro, que estás en el cielo...
En cuanto lo dijo, le abrieron las puertas de par en par miles y miles de Gilitos, de los que había sido rey, es decir, hermano mayor, acá en la tierra...
FIN
SI TE GUSTO ESTA PAGINA O QUIERES COMPARTIRLA CON ALGUNO DE TUS AMIGOS, HAZ CLICK EN:
Si quieres agregar 1 CUENTO haz click en: PUBLICAR